viernes, 22 de febrero de 2008

El Santo Entierro

Con paso suave y lento de mirada dormida
al compás de las notas de marchas fúnebres,
ruegan los penitentes a la imagen sagrada
del Señor Sepultado que perdone sus males.

Un sol de primavera se derrite en cristales
que se hacen rutilantes en la calle empedrada
se reflejan en telas de luto rituales
para hacer devoción a la imagen Consagrada.

El humo del incienso, que asciende hasta la altura
se diluye en las esencias, dentro de viejos balcones
donde los niños y ancianos musitan oraciones.
Y al final en los hombros de piadosos varones
el Señor Sepultado, de imponente figura,
le muestra a su pueblo su dolor y ternura
que como espada les parte el corazón al compás
de su marcha oficial “Cruz Pesada”.


¡Es Viernes Santo!, y al borde de esquina
se agrupan multitudes para ver su cortejo;
los hombres, las mujeres, desde el niño hasta el viejo
se sienten fascinados por una fe divina.

Cubren los empedrados, alfombras como espejo
de tapices persas con aserrines pintados de tinte anilina
con tréboles, rosas, pino y Jacaranda que le dan vivo reflejo.

Cuántos fieles cristianos se sienten fascinados
al pasar escuadrones de soldados romanos;
sus levitas y escribas con gestos amargados
e imponentes Vía Crucis de los Pasos
que van presentándose desde el ocaso.

La efigie de Pilatos… quien se lavó las manos;
maestro de la Ley y el consejo de ancianos,
la imagen de la Piedad y de muerte que llora sus pecados
allí va lo visto mi buen Jesús amado
Consagrado Señor Sepultado de la Escuela de Cristo.

Rolando Estuardo Ortiz López.