sábado, 16 de febrero de 2008

Momento de Fe, en San Felipe de Jesús

Lleguemos este día en viaje imaginario hasta el Santuario del Apóstol San Felipe, de la ciudad Monumento de América, es Viernes Santo y son las dos de la tarde en la plazuela bañada de luz y de ese sol caluroso del verano, cuesta realmente dar un paso, pues en ese momento el público que se encuentra allí congregado se esta uniendo y postrado de rodillas eleva oraciones al portentoso Señor del Milagro. Al fin logramos avanzar un poco hacia la puerta del bello Santuario, llegamos al umbral de su portada el templo se encuentra completamente lleno, pero pensamos que siempre habrá algún lugar donde podemos situarnos cerca de donde está realizándose el solemne acto de imponente sencillez, un grupo de fieles proceden a ungir amorosamente el macerado cuerpo del enviado de Dios representado en la sagrada imagen del Sepultado que más se venera.

Al finalizar tan emocionante ceremonia, el Sacerdote pronuncia el Sermón de los penitentes recordando el día de la Redención de nuestro género humano y exhortado a todos los fieles a guardar el máximo respeto y fervor que la fecha amerita. El reloj de la torre del Santuario marca el instante preciso y todos los fieles congregados dentro y fuera del templo hincados en tierra se unen al minuto nacional de oración y cumple su cometido pronunciando las frases de una oración que sin lugar a dudas nunca dejará de ser la manifestación de fe más hermosa de un cristiano… PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO… SANTIFICADO SEA TU NOMBRE…

Ahora las manecillas del reloj marcan la hora NONA, hace unos momentos vimos desfilar ante nuestros ojos la interminable valla de penitentes hermanos cargadores, revestidos rigurosamente de negro y en completo silencio, notamos eso si, cierto nerviosismo entre todo el conjunto que allí se encuentra, desde el interior del Santuario llegan a nuestros oídos los acordes de la bellísima marcha fúnebre MARTIRIO, del extinto compositor antigüeño, maestro de maestros don Alberto Velásquez Collado, marcha oficial de la fervorosa Hermandad de la Consagrada Imagen del Señor Sepultado; entonces comprendemos que el anda ha sido levantada de su dosel por 80 penitentes cucuruchos, iniciándose en esta forma la imponente y majestuosa procesión del Santo Entierro, llamada de penitencia, lo que a continuación sucede es verdaderamente impresionante: en la arcada primera de la iglesia aparece la portentosa imagen, suenan clarinadas de silencio, plegarias de perdón, llanto de hermoso arrepentimiento y en todos los ojos se ven lágrimas asomar. Nunca como entonces me he sentido tan arrepentido y después tan satisfecho, que beneficioso es para un pecador experimentar tan profundas impresiones después de tanto faltar al decálogo de Cristo.
Y así llevado por la fe de mi fuero interno, acompaño esta solemne procesión por la ciudad de mis recuerdos, misma que se constituye entera y con agrado en marco maravilloso para que cada año las grandiosas conmemoraciones de Cuaresma y Semana Santa sean más solemnes y que cada cortejo procesional matice con otro color y sentimiento, se hace sentir la participación del Venerable Hermano Pedro quien de manera invisible lleva sobre sus hombros el anda del Señor Sepultado.

El cortejo ha desfilado en las calles y avenidas de la ciudad colonial, se han vivido diferentes emociones, en los rostros de los fieles veo labios temblorosos musitando una oración, niños, hombres y mujeres dibujan en sus rostros la satisfacción de haber cumplido con la penitencia de un año más de haber continuado con sus tradiciones, legadas por nuestros antepasados… Se escucha otra marcha fúnebre en el interior del templo, el terminar ésta, el anda es puesta en el piso de la casa de Dios, y los miembros de la Hermandad con profundo respeto y devoción, conducen el sagrado cuerpo de Jesucristo hacia su camerín escuchando el redoble de tambores y lamento de trompetas juntamente con el sonoro ruido de las matracas y así concluye para mí… para todos, un Viernes Santo. Muchas pero muchas personas se ponen de rodillas y oran al Señor, yo salgo del templo cansado de la caminata con sed, y me pierdo entre ese mundo de gente noble y buena por las vendimias para tomar algún alimento.

Luis Efre Bocaletti Alcayata.
Revista Nuestra Cuaresma 1994.