viernes, 9 de marzo de 2012

3 viernes a Jesús Nazareno de Candelaria

Acto de contrición:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, y porque Os amo sobre todas las cosas; me pesa en el alma haberos ofendido, propongo, firmemente, enmendarme, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones y peligros de ofenderos, confesarme a su tiempo y cumplir con la penitencia que me fuera impuesta. Os ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de mis pecados; y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que me los perdonaréis por los méritos de vuestra preciosísima Vida, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perserverar en vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. -Amén.



Oración para todos los viernes, antes de cada viernes:
¡Jesús Nazareno, Padre y amoroso Redentor mío, que en el templo de Candelaria tienes un trono donde descansa vuestra Soberanía y Grandeza, para consuelo de todas las almas afligidas, que imploran tu misericordia y perdón!.

Te pido, Señor me concedas el Arrepentimiento de mis pecados, y vaya en seguimiento vuestro al Calvario, como único camino que conduce a la patria de los Bienaventurados.
Concédeme, Señor, lo que te pido en este ejercicio; y si no, endereza mi súplica a lo que sea de mayor agrado vuestro. -Amén.


(Aquí se pide la gracia que más necesitare, rezando tres Padrenuestros, Ave María y Gloria Patri).


TERCER VIERNES.
La coronación de espinas.



Canción:

Mis culpas, Señor, son
las que a tus sienes divinas,
llenas de sabias virtudes,
atraviesan las duras espinas.

Es corona punzante y aguda,
de una pasión lamentaria;
perdóname, Divino Jesús,
Nazareno de Candelaria.




Oración:
¡Dulcísimo Jesús! Oyes desde tu trono celestial al más humilde de los pecadores. Tú eres Señor, mis delicias, mi gozo, mi salud, mi felicidad y todo y cuanto puedo ver y desear. Te pido, Señor, que por aquella inmensidad de espinas que en tu preciosa frente fué colocada, coloques también en la mía la corona de la gracia, para conocer que todo me sobra, si te poseo; y que todo me falta, si Tú me faltas.



Recibe mi vida y mi alma, por tuya; que no quiero más vida y más alma, que para amarte y servirte en la tierra, verte y alabarte en la gloria. -Amén.




Oración para todos los días, después de cada viernes:
¡Jesús, Salvador de nuestras almas!, fuiste Creador antes de la Encarnación, Maestro antes de la Redención y Redentor en vuestra Muerte y Pasión.


Si Tú no hubieras muerto por nosotros, perecerían las almas santas en el limbo. Cierto es, Señor, que nos convino que murieses, como conviene al enfermo que le den sanidad, al cautivo su libertad y al reo la remisión. ¿Qué bienes nos diste al encarnar y morir? Perdonaste y favoreciste a esta naturaleza corruptible y detestable, nos diste fuerza en las necesidades, socorro a nuestros trabajos, claridad a nuestras dudas, consejos a nuestros errores y piedad a nuestros pecados. Nos hiciste, por inefable manera, tus hijos y luego de tu Eterno Padre, y lo que es también de mayor aprecio, nos diste a la Virgen Santísima por Madre. Mucho te costamos Señor; míranos como prendas que costamos tu sangre. -Amén.



Oración a la Virgen de los Dolores (para todos los días):
¡Virgen Santísima! ¡Corazón compasivo de la Madre de mi Dulce Redentor! ¡Virgen dolorosísima! Quién pudiera penetrar tu íntimo sentimiento en la Pasión y Muerte de tu dulcísimo Hijo. ¿Cómo no hallas quién te consuele sobre la tierra, cuando tú eres el consuelo de todos los afligidos? te suplico, Reina mía, por tu afligido corazón, que dejes caer sobre mí, alguna de aquellas lágrimas que corrieron por tus mejillas, para que llore sin término como reo delincuente de la cruel muerte de tu Divino Hijo, causa de tu amarga soledad.

Concédeme, Señora, conseguir por este ejercicio a tu amoroso Hijo, lo que pido, como única intercesora mía delante del Señor, si es para el bien de mi alma y agrado vuestro. -Amén.



Oración de gratitud a Jesús de Candelaria:
¡Piadoso Señor, Bendito seas! No en balde la mirada triste de tus divinos ojos tiene siempre fulgores celestiales y consoladores para las almas pecadoras, que van a Tí en busca de refugio. No en balde tu frente teñida con la púrpura de tu sangre redentora cae macilenta y quejumbrosa sobre tu pecho misericordioso, enseñando a los que sufren la virtud de la abnegación.



¡Bendito seas, Señor! Yo vengo hoy, a tus pies heridos, dolientes y abatidos a besarlos con toda la uniciosa devoción de los arrepentidos y dejar en cada uno de mis besos todo el hálito de mi alma redimida. Ten piedad de nosotros, Señor. Tú que caminaste sobre guijarros y supiste de las punzadas implacables de las espinas silvestres y de las lanzas agresivas. ¡Tú que escuchaste la burda mofa de la soldadesca descreída, y sin embargo perdonaste; perdona también las culpas de los humanos y lleguen hasta Tí las voces suplicantes!.


Tu gracia, Señor, tu divina gracia, que así, como un rocío celestial baja de lo alto, en el fulgor de las estrellas, en el aroma de las flores, en el gorjeo de los pájaros, en los cendales espumosos de las nubes, en el calor del Sol, en todo lo que es tuyo y sólo tuyo, que venga a mí también. Permite que el amargor de tus lágrimas, venga como un óleo santo a reconfortar a mis pupilas llorosas, y que el recuerdo glorioso de tu peregrinación trágica, conforte mi espíritu para salvarme. -Amén.