El maestro de música, pianista y compositor, MANUEL ENRIQUE MORAGA SERENA, al igual que lo hicieran sus antepasados en la Iglesia de Candelaria, asistía al acto impresionante de levantar de su dosel el anda portadora de JESÚS NAZARENO DE CANDELARIA, para iniciar la peregrinación solemne, impartiendo bendiciones al pueblo guatemalteco. En esa ocasión concurría en compañía de sus hijos, porque María Luisa Batres Gribilleu, su esposa, ya había sido llamada y juzgada por el Señor. Al paso del Nazareno "Una Lágrima" brotó de sus ojos y una oración de sus labios.
-Padre, ¿le sucede algo?, le preguntó su hijo mayor, José Luis.
-Sencillamente, hijo, emocionado.
Al salir de la Iglesia y encaminarse al hogar anunció a sus cinco descendientes:
-He prometido a Jesús Nazareno componer una marcha fúnebre, como testimonio de gratitud por todas sus bendiciones para con nuestra familia. A las primeras horas de la noche nuevamente estuvo a admirar el paso de la procesión, juntamente con sus hijos José Luis, Victor Manuel y Francisco Javier. Le pareció que el Nazareno lucía exhausto, como sucedió al Señor Jesucristo en el camino al Calvario, su túnica marchita por el humo del incienso y el polvo que se levantaba de las calles empedradas o rústicas de nuestra capital al paso del cortejo, elementos que también afectaban la santa cruz, sus manos y rostro y también a sus ojos, luciendo la mirada sin brillo, semejando el agotamiento de los suplicios y quizá de la agonía. El maestro Moraga recordó la historia que le contara su padre, don Francisco: "La imagen de Jesús Nazareno de Candelaria tiene los ojos tallados y pintados en la misma madera del rostro".
Esa noche, ya en casa, escribió dos palabras en una hoja para solfa: "UNA LÁGRIMA y en forma de recordatorio permanente la colocó en el atril del piano. Era el principio de la obra.
Una tarde de mayo del mismo año, tomó asiento y luego de colocar sutilmente los dedos sobre el teclado agregó:
-Se inicia con toque de timbales. Es mi interpretación del júbilo del pueblo de contar con la presencia del Mesías; es un instante de regocijo precio a una eternidad de doloroso sacrificio. La parte musical de principio suave y cadenciosamente, es la meditación del desarrollo de la vida del Redentor, de prédica y favores, asimismo, la aceptación, humildemente, de la sentencia y el esfuerzo de tomar la santa cruz y emprender el trajinar hacia el Calvario; la segunda parte es más sutil, a semejanza de los últimos vestigios de vida, del esfuerzo supremo que se hace por llegar al final de la jornada y el momento supremo de encuentro con el Santo Padre. En síntesis, la marcha comprende la expresión musical de la Pasión de Cristo.
El ambiente se inundó de notas musicales y de sentimiento. Meses después, Manuel Enrique Moraga sufrió derrame cerebral, pero cuando mejoró de salud le pidió a su hijo mayor, José Luis, que interpretaran al piano a cuatro manos "Una Lágrima". En agosto fue víctima de un nuevo derrame cerebral, falleciendo el 24 de octubre de 1924, sin haber escuchado ya instrumentada, para su ejecución en banda marcial, la marcha que compusiera como testimonio de fe, de respeto, devoción y amor a la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de Candelaria.
"Una Lágrima" fue instituída marcha oficial de la Hermandad de Jesús Nazareno de Candelaria por los años de 1929 a 1933, aún no precisada la fecha exacta. Los hermanos MORAGA BATRES formaron parte de la Directiva de la Hermandad por varios años y al igual que sus antepasados heredaron a sus descendientes la fe y veneración a nuestro Nazareno, quien es actualmente llevada en hombros por nietos, bisnietos y tataranietos de Manuel Enrique Moraga Serena. Desde entonces conmueve el corazón de sus devotos todos los Jueves Santos y a más de alguno le arranca "UNA LÁGRIMA".
Revista 75 Años de Consagración.